viernes, 19 de febrero de 2010

Entrevista con Nana Rodríguez, por Fredy Yezzed, publicada en El cuento en Red

El cuento en Red es una revista electrónica de teoría de la ficción breve. De allí he tomado prestada esta entrevista que Fredy Yezzed le hizo a la escritora y estudiosa de la minificción Nana Rodríguez.

Nana Rodríguez: La ficción breve y la poesía son géneros muy cercanos, en mi caso.

Por Fredy Yezzed

Pequeña y tierna como una codorniz, me pareció el primer día que la conocí en Bogotá durante el Primer Simposio que se celebraba sobre la minificción en el país. Moviéndose de un lugar a otro, algo inquieta, logró por fin tranquilizarse al leer sus breves textos en el salón Oriol del edificio de Postgrados de la Universidad Nacional. esa vanidad y ese gozo que los escritores desnudan cuando tiene un público maravilloso, que rió y se asombró con sus microcuentos. palabras, donde le expresé mi gratitud como lector por su libro de teoría sobre la minificción, el cual me había deslumbrado por su claridad y riqueza. Pero lo que parecía antes nerviosismo se condensó en una voz cariñosa y grata; luego, con la mayor diligencia, sacó de su bolso su libro El sabor del tiempo y procedió a hacer una de esas firmas que me imagino, con alegría, corren sus lectores para que les estampe.
Allí, al parecer, leyó lo mejor de su cosecha, experimentando
Persiguiendo sus inquietos ojos, logré, por fin, cruzar unas cuantas

Nana, como le gusta que la llamen, trabaja en la fría ciudad de Tunja desde hace más de diez
años. Allí ha alternado la docencia en la Universidad Tecnológica de Colombia con su infatigable oficio de crítica literaria y escritora. Esta entrevista se hace a principios de abril de 2008 a través de la fría Internet, que paradójicamente, nos acercó con fraternidad.

FREDY YEZZED: Cuéntanos un poco cómo es tu primer acercamiento a la ficción

breve.

NANA RODRÍGUEZ: Por la amistad con algunas personas que conocían y escribían minicuentos, las publicaciones y la lectura de los grandes: Arreola, Borges, Cortázar, Monterroso y muchos otros. Y en particular, a través de una publicación que hacía Guillermo Bustamante en Tunja, se llamaba A la topa tolondra, allí publicaron mi primer minicuento.

FY: Entrando en materia, cómo es tu proceso creador de minicuentos hoy día?

NR: Surgen de las mismas fuentes que en el comienzo, las anécdotas de otros y las personales, la intertextualidad, las imágenes oníricas, los minicuentos y minificciones que escribo se caracterizan por ser muy breves y condimentados con la ironía y la poesía.

FY: Sé que escribes poesía, qué similitudes hallas en las dos formas en cuanto al lenguaje y cómo funciona esa dualidad en tu caso particular? 

 
NR: La ficción breve y la poesía son géneros muy cercanos en mi caso, después de más de diez años de escribir poesía, empecé a escribir ficción breve. Quizá en la escritura narrativa subyacen las características del lenguaje poético, creo que juego un poco con esta posibilidad, aunque en la ficción breve se hace más evidente el humor y la ironía. Inclusive, uno de esos textos inicialmente era un poema, y luego le di un cierre de corte narrativo. El uso del lenguaje es riguroso en ambos casos.

FY: Sé vanidosa. ¿Cómo quieres que te recuerden más, por tus minicuentos o por tu poesía?

NR: Quizá por la poesía, aunque me conocen más por el minicuento, bueno al final la poesía está presente en casi todo lo que escribo.

FY: Por ahí dicen que de un autor máximo se recordarán cinco textos. ¿Cuáles crees que son los tuyos?

NR: Un indicador puede ser los que han seleccionado para las antologías: “Ajedrez” y “Astrolabio”. Y por el comentario de los lectores, podrían ser “La casa ciega”, “El sabor del tiempo”, “Al pie de la letra”.

FY: ¿Es una observación a priori o es que la minificción es el mejor molde para recrear el cuento propiamente fantástico? ¿Cómo se asume esa línea en tu obra?

NR: Tienes razón. Me encanta el cuento fantástico, y por las características de la minificción, en tres o cuatro líneas se puede dar cuerpo a una historia fantástica. Muchos de los textos de mi libro La casa ciega son de este corte.

FY: Desde la provincia, en especial el caso de Tunja, ¿cómo se vive allí el proceso de la minificción?

¿Has alimentado ese bello vicio? ¿O eres simplemente una solitaria que obsequia sus libros?

NR: Hay varias personas que se han dedicado a cultivar la minificción en la ciudad donde vivo. Sí, aquí soy una solitaria que regala sus libros.

FY: Escribiste Elementos para una teoría del minicuento, un libro de 135 páginas y tal vez el más documentado hecho por colombianos. ¿Cómo nació este proyecto? ¿Cuál fue su proceso? ¿Cómo fue su recepción? 

NR: Elementos para una teoría del minicuento fue el resultado de un proceso de investigación académica para graduarme en una especialización en literatura y semiótica. Surgió por el interés y el gusto personal. Y además, porque en Colombia hasta el año 95 no se había hecho un trabajo sistemático sobre el tema. Para mí fue como una especie de arqueología del relato breve. Lo hice con pasión. No me vas a creer pero duré dos meses escribiéndolo día a día, pues si no lo entregaba en unos términos del tiempo, debería pagar otro semestre y no podía darme ese lujo. Por supuesto que la nuca y los ojos pasaron cuenta de cobro. Además, para esa época no había todavía acceso a la Internet. Total, que conseguí la información básicamente en bibliotecas. Luego tomé la decisión de publicarlo mediante un préstamo. Y con asombro te confieso que pagué la deuda con la venta de los libros. Después vino todo el proceso de recepción a través del cual he conocido a personas muy valiosas en lo académico, en lo artístico y en lo humano como Lauro Zavala en México, quien fue la primera persona en el exterior que me apoyó y reconoció el mérito de este trabajo; Raúl Brasca en Argentina; y en Colombia, Fabio Jurado y Alfonso Cárdenas. El trabajo se conoce dentro de la comunidad de académicos y algunos escritores de la minificción. De ello dan cuenta las citas y las reseñas. En diciembre del año pasado salió

la segunda edición publicada por la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, en la que actualizo la teoría respecto de la definición y el punto de vista de otros investigadores. Tomo la posmodernidad (época en la que el género llega a su plenitud), y además hay una gran bibliografía sobre el tema, que con generosidad Lauro Zavala permitió que incluyera. Fue el primer libro que hice público.

FY: ¿Tienes dinamita para emprender otro proyecto similar o crees que ya de tu parte está dicho todo?

NR: No creo que esté dicho todo. Se han publicado después de los Elementos un par de trabajos relacionados con el minicuento en Colombia, y la minificción en la posmodernidad. Por ahora los cartuchos los he tenido que utilizar para trabajos de orden académico relacionados con la comunicación, la pedagogía y la edición de una revista de la universidad en la que trabajo. Hay una reserva para la creación de minicuentos, Vamos a ver.

FY: Tú y el profesor Henry González son los dos únicos teóricos rigurosos de la minificción en Colombia. ¿Cómo aprecias las labores que desempeña tu colega al frente de la Serie La Avellana en la Universidad Pedagógica Nacional?

NR: El trabajo de Henry es meritorio. Las ediciones son muy cuidadas. Y lo mejor de todo es que podemos conocer la producción de los escritores de otros países tan cercanos a nosotros. Está además el proyecto Himini, también representativo dentro del ámbito de la educación y las innovaciones pedagógicas en nuestro país. Y ahora el proyecto de los encuentros nacionales e internacionales de escritores y estudiosos de la minificción, a partir de 2008. Excelente.

FY: Yo intuyo, porque conozco el gremio de la poesía, que hay más unión y fraternidad en el mundo de la minificción. ¿Tú qué opinas? ¿Cómo lo percibes?

NR: Completamente de acuerdo. Esa experiencia la he vivido. Y quizá lo que nos une en muchas ocasiones es el gusto por los buenos textos y la posibilidad de la risa. Es muy gratificante encontrarse con esas carcajadas y esos guiños de complicidad. Aunque, como en todos los gremios, los egos y las maledicencias son la prueba irrefutable de la condición humana.

FY: Como creadora y teórica de la minificción, ¿cómo ves al género en Colombia?

NR: Muy bien, vigoroso y con mucho futuro. Quizá las editoriales podrían abrirse a ese género, pero por desgracia aún hay mucha ignorancia sobre este tipo de literatura. Alguna vez un editor me dijo que eso no era un libro porque las páginas tenían sólo cinco o seis líneas. Por otra parte, es un buen signo de salud el hecho de que la academia haya volteado sus ojos hacia la minificción, en el caso de la Universidad Pedagógica Nacional. También he observado que hay muchísima gente escribiendo minificción. Alguien decía que parecíamos una plaga, pero debemos reconocer que hay que apuntarle más a la calidad literaria.

FY: Ahora ya existen libros exclusivamente de minicuentos, creados por minicuentistas. ¿Crees que en Colombia ya podemos armar un canon o una antología de minificción sólo con ellos? ¿O seguimos pescando minicuentos en el maremagnum de otras formas escriturales?

NR: Sí, creo que ya se puede hacer una antología de libros exclusivos de creación en minificción. Está el trabajo que hice hace unos años sobre el minicuento en Colombia, en referencia a autores de libro que encontré en las librerías de Bogotá, aunque no pretende ser una antología.

FY: Ahora, la pregunta de oro de nuestras entrevistas. Dime cuáles son los cinco minicuentos que no pueden faltar, según tu criterio, en una antología de minificción universal.

NR: “Continuidad de los parques” de Cortázar, “El campeonato mundial de pajaritas” de Luis Britto García, “De la ubicuidad de las manzanas” de Ana Maria Shua, “Cuento de horror” de Arreola y “El dinosaurio” de Monterroso.

FY: Finalmente, con el permiso de dejar de nombrar a buenos autores, destaca un libro de minicuentos colombiano que te haya gustado.

NR: Uno solo es difícil. Me gustan las antologías de Bustamante y Kremer, la de Henry González y, entre otros, el libro de Pablo Montoya, Viajeros.

Buenos Aires-Tunja, abril 2008

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