domingo, 7 de noviembre de 2010

Otra vez la vida literaria


El escritor y crítico literario Carlos Pujol diserta en estas líneas sobre la vida literaria, y pone de relieve que para muchos "aparentar se parece peligrosamente a ser". Pujol retrata el mundo literario con sus "crueldades gratuitas, odios africanos, llagas de amor propio que no cicatrizan nunca…". El texto, publicado en 1998, no ha perdido su vigencia.
Por suerte, la vida literaria no es lo mismo que la literatura. (O eso quiero creer...).

(Fuente: Carlos Pujol, Tarea de escribir, Pamiela, 1998). 




Otra vez la vida literaria

“Decimos la vida literaria como se suele decir la vida parisiense cuando se evoca la despreocupada y burbujeante fantasía de Offenbach, vino, mujeres y música, según se titula un famoso vals. Claro que París no es exactamente así, ni la imagen es representativa de casi nada, salvo de un cliché turístico, y es muy posible que con la vida literaria ocurra algo semejante. Hay simulacros que brillan de forma muy duradera.
Todo lo que rodea a la literatura –que se reduce en síntesis esencial al hecho de escribir y al hecho complementario de leer–, sus apariencias públicas, sus costumbres, los mecanismos de su inevitable industria y comercio, los caldeados ambientes que frecuentan sus escritores, el eco que tienen las obras y la medida en que son estimadas y remuneradas, tiene también mucho menos de relumbrón.
Hay miles de españoles que sueñan con escribir unos libros que gusten muchísimos a los exigentes y a las masas, que merezcan en la prensa óptimos comentarios a ser posibles unánimes en el elogio, que provoquen el asedio de los editores, que les valgan famosos premios, salir en la televisión y embolsarse sumas sustanciosas; sumas que les permitan seguir escribiendo más libros que tengan la misma acogida, y así durante largos años, cuantos más mejor, en espera de que la posteridad les canonice.
Eso no pasa, o no pasa casi nunca, en el fondo tampoco es deseable, y la sociedad de la gente de pluma se baña en un caldo de intereses, vanidades, envidias, modas y quimeras que parecen formar parte de la profesión, como ciertas salsas acompañan inevitablemente determinados platos. Y el abismo que hay entre la realidad y el deseo se colma con un frenesí en el que hay reacciones muy feas: crueldades gratuitas, odios africanos, llagas de amor propio que no cicatrizan nunca…
Total por parecer, porque los libros que se escriben y se publican, en cualquier caso son los mismos, generalmente mediocres, ninguna novela mejora porque se hable bien de ella; la sugestión promocional es mucho más fácil que la calidad literaria, y hay quien se conforma con eso, sobre todo en nuestro tiempo, en el que aparentar se parece peligrosamente a ser.
Antes la gloria consistía en improvisar versos galantes y almibarados en los álbumes y abanicos de las damas, hoy en que le inviten a uno a un programa de televisión que tiene gran audiencia; pero para eso ha de ser alguien, tener una aureola de escandalosa vistosidad, haberse convertido en un personaje capaz de competir con los diosecillos mundanos de la crónica social.
La vida literaria se alimenta de esas ficciones públicas, mientras que la literatura sólo consiste en ficciones insobornablemente privadas que nacen en la soledad; perder ese maravilloso e incómodo caudal de sueños es perderse a uno mismo".

Carlos Pujol




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