viernes, 11 de marzo de 2011

Relato de Rodrigo Atiliano González: "Conversación con un Dios de pacotilla"

Café en Gante
Pluma fuente | Acuarelas diluidas en café |
NaNo DrawMo01

Resulta que me gustaba el Blog. Sus relatos eran llamativos, excitantes, mantenían el suspenso de principio a fin, te agarraban a la primera y te sacudían. Es cierto, recurría a medidas artificiales para mantener la tensión, los finales estaban poco pulidos, pero en ellos se notaba un aire de frescura gratificante y fácil de percibir. Eran tres en total, bajo para un blog de Internet de los cuales hay miles, cada uno con dos dígitos en la sumatoria de los documentos publicados, pero estos tres me parecían especiales, eran una exploración de fondo, una ruptura de lo propuesto en la mayoría de la escritura amateur de Internet. Respecto a la página Web propiamente tal, no existía en ella más que letras y letras, sin dibujos, sin fondos, sin datos, ni hablar de influencias, foto no tenía, sólo un cuadro blanco y su nombre debajo, al estilo de la Editorial Tusquets y los libros de Thomas Pynchon.


Esqueleto se llamaba el primero, marcado por un profundo interés en lograr textura, un paisaje plástico, creo que me recordó al inconmensurable Flaubert, con una parsimonia asfixiante y poquísimo desarrollo. Era casi como escribir sobre nada, con un final bombástico que llegaba sin previo clímax a niveles que podían considerarse artificiales y efectistas, pero que me envolvió lo suficiente como para quedar pensando en él varios días, queriendo interpretar de manera correcta una escalada tan abrupta en las últimas líneas de una escritura saturada de sensaciones. Lo sentía una especie de espiral descendente, de fortaleza y robustez en la cima, y un final delgadísimo, raquítico, de escape disfrazado de existencialismo o grosería “gore”, o ambos inclusive, dependiendo de la sabiduría del lector.

El segundo era Manantial, una apuesta fuertemente arriesgada, muy irregular en sus formas, de argumento fláccido y vacuo. Hablaba un narrador con tintes homosexuales, “omnisiciente” en un estilo torpe y fuera de doctrina, no al nivel de Dios, de quien todo lo sabe, de la impresionante perfección de Ian McEwan, sino a un grado decididamente terrenal y problemático. A pito de nada se tomaba licencias, hablaba al lector, lo desafiaba, opinaba de los diálogos, nos revelaba su amor por el personaje principal, un tipo bastante anodino en el relato mismo, y terminaba invadiendo la historia romántica de fondo con una voracidad bulímica, con un final de toque surrealista que se encontraba en la base de lo que se levantaba como un claro experimento literario. Me recordó a Murakami en sus últimas líneas, mezclando la realidad con sueños y emociones vívidas, confusas; sin embargo, no era el tipo de relato que escribiría Murakami. Quizá Beckett, pero un Beckett bastante pequeño y ansioso. Nada más del estilo podría decir que había en él, excepto algunos pasajes muy bien escritos, un juego de lenguaje interesante, con cambios de ritmo, pero la sensación de fondo era una pregunta que me hice durante muchos días, que se devoraba cualquier ambición de género. ¿Por qué experimentar? ¿Por qué hacer difícil lo fácil? ¿Por qué me haces parte de tus propios gustos? ¿Quién eres?

El último, llamado La Caja, me pareció ciertamente lineal, con un final gratuito, de mayor efectismo incluso que el primero, pero con un carácter de roca, poderoso en sí mismo, robusto y ágil, logrando una clara evolución en sus búsquedas de ritmo y género, un diamante le llamé cuando estaba de buen humor y me sentía seguro y bastante vigoroso por alagar a un hombre, rival amateur, que ya empezaba a lograr el equilibrio entre historia, escritura, narración y estilo. Tenía tintes metafísicos, hablaba de una revelación, de una epifanía, desarrollaba bien la historia desde una omnisciencia formal, distinta a Manantial, doctrinaria pero palpable y cercana, disparatada quizá, o deliciosa dirán los impresionables. Había harto que trabajar, me di cuenta, no soy profesor, pero existía ese algo en su escritura, un tufillo a vanguardia que en este último se desarrollaba de excelente manera. Es el que más me gustó, me dejó una sustancia goteando de mi mente al pasar las horas, sin dudarlo, el más tradicional de los tres.

Los fui leyendo, releyendo. Esperando el próximo. Si a la primera y segunda fueron seductores, al nivel de lo que un tipo sin méritos podría serlo alguna vez, al mes de haberlos leído los encontraba más sólidos, los comprendía y deseaba haberlos escrito yo, y en una buena tarde incluso sentí haberlos escrito yo.

Revisaba el blog a diario. Disfrutaba. Me hice seguidor, y esperé. Un día soleado, de esos extraños, entre niño y hombre, apareció un mensaje nuevo, algo arrogante para un tipo que aspira a ser escritor, pecando de soberbia, llamativo cuando menos. “Próximo Relato: Miércoles 9 de Marzo”. Me pareció incorrecto publicar algo al nivel de lanzamiento de una novela de escritor profesional, sin mencionar que apenas entraban 20 o 25 personas a diario al Blog. ¿A quién le hablaba? ¿A esos 25 lectores? ¿Escribes para 25 personas o para ti mismo? La verdad es que me molestó. A lo mejor estaba quisquilloso esos días, unos problemas habían surgido en mi vida, laborales o familiares, o ambos, no recordaba, realmente todo entró en una juguera y le tomé cierta bronca momentánea a este tipo por su altanería. Era nadie, como yo, un ser aparecido en la Web, como tantos otros. Me molestó.

Pero sus relatos… Lo reconozco. Me seguían gustando, cada día una gotita más

Empecé a contar los días para ese famoso 9 de Marzo, percibiendo que este personaje me tenía intrigado. Quería leer qué producto nuevo ofrecería esta vez.

Las tardes pasaban, mi vida igual, un tipo sin suerte a los 27 años, poca plata, poco futuro, harto trabajo.

Era fines de Febrero, quedaban 10 días para la aparición de su nuevo documento, y en un momento de satisfacción propio, creo que la mujer que me gustaba me pidió el teléfono esa tarde, decidí escribirle a este hombre, con las típicas mariposillas en la guata, por cierto. Detesto esa metáfora. Tan trillada. Es como aquella, “lo que no te mata te fortalece”, me pregunto si quien la dice habrá leído a Nietzsche alguna vez. Bueno, la situación es que le escribí., con arrojo, qué podía pasar si yo también escribía.  Mejor que él algunas veces. De hecho, había salido en antologías por un par de sonetos enviados en Internet, llegué a obtener Mención Honrosa en dos concursos. No es que fuera nadie. Era alguien, bueno o malo, no lo diré yo.

Su contacto era un mail simplón, de esos escrito a la rápida para salir del paso. Traté de ser meloso, o “guat´e callo” dicen por mi barrio, no quería caerle mal en una primera impresión, no sabía nada de él, ni una foto había al alcance pero ansiaba conocerlo. Era raro lo que me pasaba, hasta me inventé historias con que podía ser mujer. No lo era.

Hola Rodrigo,

Primero que todo confieso no tener el gusto de conocerte, pero inevitablemente me siento ligado a ti por dos situaciones:

1.- amor a la literatura.
2.- tu Blog de relatos, que visito con frecuencia.

Si bien tengo una formación académica distinta a las letras, soy un amante tan ferviente de la literatura, que a mis 27 años no me queda más opción que vivir por y para las letras. Obviamente, el camino es difícil y con aroma a fracaso en cada esquina, pero si no doy la lucha, por desgraciada y dura que sea, no creo poder dirigir mi futuro hacia  algún otro lugar que no sea la pobreza espiritual. Es lo que deseo, lo que amo y necesito.

He visto tu Blog de narrativa y me parece cautivante. No puedo hacer más que felicitarte por él. Sin embargo, con la mayor patudez del mundo, y te pido disculpas por ello, quisiera saber si puedes tomarte un  par de minutos y darme algún consejo para seguir un camino de letras. Como no tengo formación académica de Literatura, no me muevo en ese círculo ni conozco gente que lo haga, y por eso pido tu consejo, un consejo sencillo para llegar a mejorar mi interpretación de la Literatura, y tomar el valor para publicarme en Internet.

Muchas gracias por leer estas líneas, y ojalá puedas responderme algún día.

Un cordial saludo,
Maximiliano.

Mi mail era una mierda, casi me avergoncé de escribir algo tan rastrero a un tipo que era tan amateur como yo, pero quería descubrir a este gallo, y qué mejor que decirle que lo admiraba. No debe haber nada mejor para un pobre hombre cuyo único recurso para publicar es publicarse a sí mismo que te digan que te admiran. Quería conocerlo más.

Al día siguiente revisé mis correos, un curso de lectura rápida que quería tomar pero era impagable me notificaba por enésima vez que me lo estaba perdiendo, lo sé, cabrón, pero no tengo plata, algunos SPAM, un correo preguntándome si deseaba leer los mensajes de mis amigos en MSN, bla bla bla. La respuesta era el último correo recibido. Me volvieron las mariposas (qué asco de metáfora) cuando leí Rodrigo González en la Bandeja de Entrada. Lo abrí.

Maximiliano:

Gracias por tus palabras. ¿Cómo aconsejar a alguien de mi misma edad? Si te parece bien, te invito un café mañana. En el Café Literario de Parque Bustamante, puede ser que algo logre ayudarte. Voy todos los días a las 16 Hrs.. Quizá te gustaría tener un blog como el mío.

Saludos,
R.-

No era homosexual, ¿o sí? Me dio un poco de temor, como que este hombre se pasaba rollos conmigo. ¿Era eso? ¿O realmente quería ayudarme? Puede alguien querer ayudar desinteresadamente a otro. No lo creo. Qué estupidez. Seguí la vida según mis propios asuntos, que varios tenía.

Al día siguiente (la vida es un pañuelo) estuve disponible justamente a la hora indicada. Empecé a pensar en este tipo, lo admito. No tenía ni bencina en el auto. Quería conocerlo. Ubicaba el Café. Qué más daba, saquémonos la espina molesta.

Al llegar estaba atrasado 10 minutos. Había dos parejas y un tipo solo. Qué hombre, ni siquiera me dio sus datos para reconocerlo. Me acerqué al tipo solo. Hola, le dije. ¿Eres Rodrigo González? No, me dijo, ando de paso. ¿Buscas un Rodrigo? Sí, lo siento, me disculpé. Me alejé, pensé que esto parecía una cita de pareja gay. Avergonzado, algo se me movió en la cabeza, como un corto circuito. Fui a sentarme junto a una ventana grande, puse un libro de Raymond Carver en la mesa, Catedral me parece que era, y le hice una seña al mozo para que me trajera una Coca Cola. Hola, ¿de casualidad eres Maximiliano?, escuché por el costado. Sí, le contesté. ¿Eres Rodrigo González, del Blog? Sí, sí, me dijo, soy yo. Le sonreí. Te confundí con él. Lo sé, me dijo, te había divisado, disculpa mi atraso. No te preocupes, y me hice el desentendido.

Era moreno, estatura promedio, cuerpo ancho, ojos oscuros de almendra, pelo corto. Barba de un par de días. Manchas de peste cristal, algunas. Tiraba pinta, como cualquier chileno promedio bien cuidado y con defectos podía tirar.

- Gracias por aceptar mi invitación.

- Por nada, quería conocerte. Fui yo quien te escribió primero.

- ¿Y por qué fue eso? Gracias.

- Me gustan tus relatos. Tu blog está teniendo lectores, a pesar que hace poco existe. Tienes seguidores. Yo mismo me hice seguidor.

- Mis narraciones son experimentos. Para mí es gratificante que alguien se interese por mis propias búsquedas. La verdad es que son experimentos narrados por mí.

- ¿Así los consideras? ¿Experimentaciones propias con la escritura?

- Sí. Como tal, están llenos de errores, de problemas. No quiero hacer un relato lineal, quiero usar la escritura para inventar algo que no se ha inventado.

- ¿Y qué es eso?

- Ojalá lo supiera. O siquiera lo entendiera. No lo sé. Es una búsqueda. Quizá nunca llegue a saber lo que estoy buscando. Creo que por eso mis relatos son como la vida. Nadie sabe lo que busca en ella. Tienes pequeños logros, un matrimonio, hijos, pero ahí no se concluye la búsqueda. Mis relatos son lo mismo. Cada vez que pongo un punto final, tengo un pequeño logro, lo comparto con la gente. Pero ahí no concluye la búsqueda.

- No lo había visto de esa manera. Es interesante tu modo de analizarlo.

- Buenas tardes. ¿Qué se sirven?

- ¿Qué puedo ofrecerte, Maximiliano?

- Una bebida. Coca Cola Light. Gracias.

- A mí tráigame un café sin azúcar.

- Muy bien, vuelvo de inmediato. Si necesitan algo, mi nombre es Exequiel.

- Muchas gracias.

- Llámame Max, no hay drama. Hace un calor de locos en Santiago. Exequiel se llama el protagonista de “Manantial”. Coincidencia.

- Nada es una coincidencia. ¿Por qué sonríes?

- Hablas como un profeta o algo por el estilo. Un visionario entre comillas. Pero tengo que reconocer que me intriga lo que escribes. ¿Tiene mucho de autobiográfico?

- Sí. Es decir, todo es autobiográfico. Carson McCullers decía: “Todo lo que sucede en mis relatos me ha sucedido, o me sucederá”. ¿La has leído?

- El Corazón es un Cazador Solitario.

- ¡Mira! Es un libro difícil de conseguir, qué envidia. Lo importaste me imagino.
- Sí, se demoró un  mes y me llegó. 16 lucas. Lo enviaron desde Argentina.

- Tú escribes.

- Escribo. Y Poco. Pero más que escribir, leo. Leo muchísimo. Me encanta jactarme de eso. Desearía criticar más que escribir. Enseñar caminos. Dar luz a quienes buscan la literatura. Alta literatura.

- Su café, señor. La bebida para usted.

- Muy agradecido, Exequiel. Oye Rodrigo, imagino que debes leer muchísimo también, aunque no recuerdo algún escritor que haga lo que tú haces. Al menos de los que conozco. Me queda tanto por conocer, por aprender. Me encanta el análisis. Pero lo tuyo me cuesta.

- Max, es decir, trato de hacer cosas distintas, dentro de mis limitantes, obvio. Hay escritores que han experimentado jugando, como Perec, a quien admiro muchísimo. La verdad, no creo que lo mío haga algo en la literatura, a mi blog entra bien poca gente. Y además, creo que finalmente escribo para mí. No podría escribir para los demás, aunque los respeto. A esos 30 seudónimos que veo ingresar de vez en cuando a la página.

- Creo que todos escribimos para nosotros mismos, Rodrigo.

- Hay casos excepcionales al respecto, y esos son rarísimos. Muy escasos.

- ¿Cuáles casos? ¿Escribir para los demás?

- Sí. Para los demás. Muchas veces sin saberlo.

- Por ejemplo…

- Tú escribes para los demás, Maximiliano.

- Dime Max, no hay problema. Lo dices por mi forma de ser. La verdad, escribo para mí. Ni siquiera tengo un blog.

- Max, tú escribes para mí. Debo decírtelo. Has cogido tantas palabras al llegar a este punto, de hecho. Te felicito.

- ¿Cómo es eso? ¿Por qué me felicitas?

- Porque estás escribiendo una historia para mí. ¿Por qué ríes? Te genera gracia, lo sé.

- ¿Cómo es lo que tú dices? No me espantes, Rodrigo. No, es broma.

- Lo sé… Mira, el 9 de Marzo publico una nueva historia en mi blog. Esa historia será hecha por ti. Será escrita por ti. Y por supuesto, hablará de ti.

- Te refieres a esta cita. Escribirás lo que pasa acá. Ya.

- Es decir, yo seré quien la firma, nada más. La historia la escribes tú. Y ya has empezado, hace varios días atrás.

- Ya. Tú entiendes que lo que me dices es extraño. Igual que tus historias. Recuerdo a Manantial.

- Manantial es un artificio. Esto vendría a ser más real.

- OK. Supongo. Explícame un poco más. ¿Te sonríes, no me estás weveando? Ya, vamos por el principio. Si esto lo escribo yo, cómo me voy a llamar en tu historia.

- Igual, siempre serás Maximiliano.

- Mira, a veces es increíble que salgan cosas de la nada. Aunque muchas no las entienda, como ésta. Pero supongo que de eso se trata lo que dices, de tener visión para escribir. La visión que yo deseo para interpretar. Quisiera interpretarte. Ya, a ver sigamos… Te estás sonriendo, viste que me estás weveando. Ya, Rodrigo. Yo creo que al final, me dirás que cada relato tuyo es una gran burla. Al estilo Foster Wallace. O Don DeLillo, por ahí.

- Pero Foster Wallace no se burla. Te respondo. Esto que te digo, esta historia tuya, en absoluto es de la nada. De todos modos, supongo que a la larga todos somos personajes de una historia. Tuya, mía, de él, etcétera. La diferencia es que quien te crea lo sabe, como un Dios. Él Sabe lo que está pasando. Sería una especie de Dios de los momentos.

- ¿De Dios? No exageres colega.

- Max, no te pierdas en la analogía. Se puede decir que en este minuto estás viviendo dos veces. Eres real mirándome, pero a la vez estás viviendo una nueva realidad. Mirándote. Yo no inventaré nada. Solamente dejaré que escribas tu propio mundo.

- Ya, pero entonces escribirás en primera persona mi relato.

- No. Yo no.

- Ya. Si bien entiendo, te refieres a que yo lo escribiré. ¿Yo seré el narrador, correcto?

- Eso ya está escrito.

- ¿Cómo es eso? No te sigo. Si ni siquiera la he empezado.

- Mira, lee este documento. Léelo detenidamente. Esta es tu historia. Y la escribes para mí.

Resulta que me gustaba el Blog. Sus relatos eran llamativos, excitantes, mantenían el suspenso de principio a fin, te agarraban a la primera y te sacudían. Es cierto, recurría a medidas artificiales para mantener la tensión, los finales estaban poco pulidos, pero en ellos se notaba un aire de frescura gratificante y fácil de percibir. Eran tres en total, bajo para un blog de Internet de los cuales hay miles, cada uno con dos dígitos en la sumatoria de los documentos publicados, pero estos tres me parecían especiales, eran una exploración de fondo, una ruptura de lo propuesto en la mayoría de la escritura amateur de Internet. Respecto a la página Web propiamente tal, no existía en ella más que letras y letras, sin dibujos, sin fondos, sin datos, ni hablar de influencias, foto no tenía, sólo un cuadro blanco y su nombre debajo, al estilo de la Editorial Tusquets y los libros de Thomas Pynchon.

- Ese es el comienzo. Después le agregarás una crítica a mis relatos. Eres un intérprete del alma. Tú lo sabes, por eso lees de manera insaciable. Luego nuestra correspondencia. Yo lo he visto.

- Rodrigo, eres rarísimo. No entiendo nada. Cómo puedes ver algo que aún no ha pasado. Te ríes y te ríes, ¿eh? Pero si sabes que esto es raro. Es como que dejo de ser yo en este minuto. Ni siquiera tiene título, por lo demás.

- No lo tomes así. Estás viviendo dos veces. Escribir es maravilloso porque vives tantas vidas. Puedes ser inmortal. El título es tuyo, todo es tuyo. Tú eres mi hijo que vive. Te he dado la vida para que escribas tu propia esta historia. Yo soy tu creador. Y en la vida que te he dado, tú estás por sobre la dimensión temporal. Esto ya ha sucedido. Exactamente esto.

- ¿No estarás siendo un poco soberbio? A veces me da esa sensación. Mucha arrogancia. Cuando publicaste la fecha de entrega del nuevo relato, lo sentí. Y lo siento ahora. Si de mí dependiera el título de esta historieta del absurdo, sin dudarlo le pondría Conversación con un Dios de Pacotilla. Y te lo dedicaría, por cierto. Infinitamente. Más allá de la dimensión temporal, como dices.

- ¿Les retiro a los señores? ¿Desean servirse algo más?

- ¿No muchas gracias, por mí está bien. Max?

- No, estoy bien. OK Rodrigo, terminamos el cóctel. ¿Se supone que está finalizada esta historia? ¿Y cómo termina la historia? Se me hace tarde, la verdad.

- Depende de ti. ¿Cómo crees que terminará la cita? Esta historia es tuya. Vives tu historia en este minuto. Gracias a mí. No sonrías, es verdad. Estás siendo afortunado.

- Y esto es gracias a ti. Muy agradecido Rodrigo González. Señor Dios.

- Voy a ser irrespetuoso con la analogía, pero creo que esto te dará a entender mejor las cosas. Si Dios existe, él nos crea, pero tú lo vives. Yo soy tu propio Dios ahora. Tú eres dueño de este destino. Yo soy dueño de tu mundo. No te levantes, dame un minuto, no quiero compararme con tu fe.  No es un tema de religión. Solamente piénsalo, analiza esto. Dime como vivirías tu segunda vida. Cómo acabarías tú esta narración.

- Mira, la verdad, si de mí dependiera… debo irme. Te juro que me agobias.

- Es que de ti depende,  recuerda que eres el narrador de tu propia vida. Esto es tuyo.

- Bueno, pues creo que no daría un final cerrado, simplemente acabaría el diálogo. Me despido ahora. Gracias por todo. ¿No estrecharás mi mano?

- Ese final no es muy sexy que digamos.

- Pero yo soy el narrador. Recuérdalo. Y tú eres Dios.

- Por favor, no te burles. Esa comparación es sólo para explicar la realidad.

- Sí, pero hay algo que debes saber. Y con esto me voy.

- ¿Qué?

- Si yo soy el narrador, la última palabra siempre será la mía. Es decir, soy superior a Dios en este momento. Soy superior a ti.

- No te conviene esa postura. Es solamente un ejemplo. De todos modos, tu raciocinio es correcto.

- Tu soberbia siempre me sulfuró. Por eso, esta historia será un desastre. Tus finales siempre son efectistas. Si de mí depende, loquito del blog, este será distinto. Yo soy la última palabra.

- Maximiliano, te respeto. Si te ha molestado disculpa. Te ruego termines esta historia, tu historia. ¿Cuál es tu última palabra?

- La que representa lo que eres al lado de tu propia creación: NADIE.







Rodrigo Atiliano González




Nota: narrativabreve.com es un blog sin ánimo de lucro que trabaja como redifusor de textos literarios, y en señal de buena voluntad indica siempre -que es posible- la fuente de los textos y las imágenes publicados. En cualquier caso, si algún autor o editor quisiera renunciar a la difusión de textos suyos que han sido publicados en este blog, no tiene más que comunicarlo en la siguiente direción: info@narrativabreve.com).

No hay comentarios:

Publicar un comentario

narrativabreve.com agradece tus comentarios.

Nota: el administrador de este blog revisará cada comentario antes de publicarlo para confirmar que no se trata de spam o de publicidad encubierta. Cualquier lector tiene derecho a opinar en libertad, pero narrativabreve.com no publicará comentarios que incluyan insultos.