miércoles, 16 de marzo de 2011

Víctimas


El pasado fin de semana se hizo un minuto de silencio en los campos de fútbol de este país en honor a las miles de víctimas del terremoto y del tsunami de Japón. Sesenta segundos de respeto ante el dolor. Sesenta segundos de reloj, ni uno más ni uno menos. Tras ese minuto los estadios volvieron a rugir con algarabía durante al menos hora y media. La asimetría entre el tiempo que dedicamos al silencio y el que dedicamos a la algarabía ilustra el carácter del ciudadano español y por ende el de cualquier ciudadano del mundo. Por higiene mental o por mero instinto de supervivencia, tratamos de desterrar de nuestra memoria las malas experiencias y recrearnos con los mejores pasajes de nuestra vida. Olvidar o morir parece ser la clave.


Quienes no pueden olvidar son las víctimas del terrorismo, quizá por la circunstancia agravante de que no ha sido la Naturaleza quien ha cercenado la vida de sus familiares, sino personas cegadas por el odio y una mixtificación de dudosos ideales que solo conducen a la muerte y a la retroalimentación de ese odio. Los familiares de las víctimas, como no pueden olvidar, mueren en vida.
Un día después del recuerdo a las víctimas del 11-M fue detenido en Francia el presunto jefe militar de ETA. El flujo constante de las detenciones viene a demostrar   que la lucha policial contra el terrorismo funciona, pero esas detenciones demuestran a su vez que la plaga sigue activa, que el terrorismo es un tsunami humano imparable.
Ojalá llegue el día en que podamos llenar los estadios para celebrar con noventa minutos de silencio el mejor gol posible: el fin de la barbarie humana.

Francisco Rodríguez Criado

(Artículo publicado en la contraportada de El Periódico Extremadura el miércoles, 16 de marzo de 2011)

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