lunes, 23 de mayo de 2011

Cena con Borges


Indro Montanelli

Milán, 21 de mayo. Ceno con Borges, llegado repentinamente de Venecia (se marcha mañana a Lisboa y a Buenos Aires) en casa del editor Ricci. Me causa la impresión, físicamente incluso, de alguien más anglosajón que español. Me confirma, en efecto -y con todo el aspecto de sentirse orgulloso- que una de sus abuelas era inglesa. Pero siente orgullo también por sus antepasados militares, entre ellos un general que infligió una severa derrota a los indios. Conversador delicioso, aunque lleno de pundonor filológico: le fascina el origen de las palabras, incluso de las más insignificantes. Staglieno, que lo acompaña, me dice que es un riguroso calvinista. Debe de ser verdad porque un elogio mío a Weber lo entusiasma. Le preguntó cuándo empezó a quedarse ciego. 
-Desde que empecé a ver -contesta.  Parece que es un problema hereditario de su familia: una miopía que se acentúa hasta convertirse en ceguera. Pero debe de ser hereditaria también la resignación a la oscuridad porque no parece compungido en absoluto. Lo que más lamenta no ver son los colores: el rojo y el negro fueron los últimos que consiguió distinguir. Ahora echa de menos sobre todo el negro, porque lo que le llega de fuera es sólo una claridad indistinta. Lo cuenta todo con extrema elegancia, intercalando juegos de palabras. Al despedirnos, quiere abrazarme -y ahí sale a relucir el español- como si fuéramos amigos desde hace quién sabe cuánto. 
-Veo que pensamos exactamente de la misma manera -me dice-, y ya quedamos tan pocos... -Se compromete a mandarme algo para el periódico-. Pero no artículos: me cuestan demasiado esfuerzo. Poesía, para eso no hace falta mucho. 
P.S: Creyendo que lo sabía, le he mencionado a Ricci la muerte de Carlos Lacerda. Se ha mostrado muy afectado, entre otras cosas porque había puesto en marcha con Lacerda grandes negocios editoriales en Brasil que ahora se desvanecerán (por desgracia se desvanecerá también mi Garibaldi, cuya inminente publicación en portugués me había anunciado Lacerda. Pero si era inminente, tal vez salga de todas formas). Borges no había oído nombrar nunca a Lacerda. Cuando le explico quien era, me contesta: 
-Verá, para nosotros los argentinos, Brasil es Suramérica.  

Indro Montanelli, Cuentas conmigo mismo. Diarios (1957-1958), La Esfera de los Libros, 2011

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