sábado, 21 de mayo de 2011

Historias de la palma de la mano


Yasunari Kawabata (1899-1972), premio Nobel de literatura en 1968
Yasunari Kawabata (1899-1972), premio Nobel de literatura en 1968, conocido sobre todo por sus novelas (El país de la nieve, La casa de las bellas durmientes, etcétera), nos sorprende ahora -al menos a mí- con una colección de relatos muy breves, escritos entre 1921 y 1972. De los ciento cuarenta y seis relatos que escribió durante estas décadas, Austral ha recogido setenta en una económica edición de bolsillo con el título Historias de la palma de la mano, con prólogo y traducción de Amalia Sato. 
El que ahora os ofrezco, "El episodio del rostro de la muerta", es uno de mis preferidos. 


EL EPISODIO DEL ROSTRO DE LA MUERTA (SHINIGAO NO DEKIGOTO)
[1925]
Yasunari Kawabata

-Por favor, pase a verla. Así ha quedado ella. Cuánto deseaba verlo una vez más. 
La suegra le hablaba mientras lo conducía a la habitación. Todos los que rodeaban el lecho de su esposa se volvieron hacia él al mismo tiempo. 
-Por favor, obsérvela. 
La mujer volvió a hablar al empezar a retirar la tela que cubría el rostro de la esposa. 
Entonces, de improviso y espontáneamente, dijo: 
-Sólo por unos instantes, ¿podría quedarme a solas con ella? ¿Podrían abandonar ustedes la habitación por unos momentos?
Sus palabras despertaron simpatía en la familia de su mujer. Se retiraron en silencio y cerraron la puerta corredera. 
Él quitó la tela blanca. 
El rostro de la mujer se veía rígido, con una expresión de sufrimiento. Las mejillas se habían hundido y sus descoloridos dientes sobresalían entre los labios. La piel de los párpados estaba ajada y colgaba sobre los globos oculares. Una tensión evidente había impreso el dolor en su frente. 
Se sentó por un momento, observando ese desagradable rostro muerto. 
Entonces, colocó sus manos temblorosas sobre los labios de su mujer e intentó cerrarle la boca. Hizo un esfuerzo para que los labios se cerraran, pero seguían lánguidamente abiertos cuando retiró las manos. Lo intentó de nuevo, pero la boca nuevamente se abrió. Hizo lo mismo una y otra vez, con el único resultado de que las duras líneas alrededor de la boca empezaron a suavizarse. 
En ese momento sintió una creciente intensidad en las yemas de sus dedos. Y le restregó la frente para borrar esa expresión de dolorosa ansiedad. Sus palmas quedaron enrojecidas. Una vez más, se sentó en silencio observando el rostro renovado gracias a sus manipulaciones. 
La madre y la hermana menor de su esposa entraron. 
-Seguramente estará agotado del viaje en tren. Por favor, coma algo y descanse... ¡Oh!
Las mejillas de la madre quedaron bañadas en lágrimas súbitas. 
-El espíritu humano es algo que asusta. Ella no podía morir del todo hasta que usted regresara. Es tan extraño. Todo lo que usted hizo fue dirigirle una mirada y su rostro se ha relajado... Está bien. Ahora ella está bien. 
La hermana menor de su mujer, con sus ojos bellos y límpidos, que no parecían de este mundo, lo observó y vio sus ojos extraviados. Entonces, también ella se sumió en el llanto.  




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