martes, 7 de junio de 2011

El Jesucristo histórico, según Harold Bloom


Harold Bloom


Polémico y muy discutido tanto por lectores de izquierda como de derecha, Harold Bloom es uno de los críticos y teóricos literarios más conocidos del planeta. Suyos son los libros, entre otros muchos, Cómo leer y por qué, Cuentos y cuentistas: El canon del cuento, El canon occidental, Relatos y poemas para niños extremadamente inteligentes y La religión americana. 

Bloom, estudioso de las religiones, es autor también de Genios. Un mosaico de cien mentes creativas y ejemplares, ensayo que aloja a cien genios imprescindibles de la lengua. En este libro le dedica un espacio a Pablo, el apóstol. He extractado las primeras líneas de este capítulo, centradas en la figura del Jesucristo histórico. 

Genios. Un mosaico de cien mentes creativas y ejemplares está publicado en España por la editorial Anagrama (2005), en la colección Compactos. La traducción es de Margarita Valencia Vargas.

San Pablo

¿? 67

Muy pocos lectores se quedarían impertérritos ante la expresión "el genio de Jesús", aunque con ello me refiero a algo similar a lo que Plutarco llamó "el daimón de Sócrates". Las excursiones en busca del Jesús histórico tienden a convertirse siempre en romances académicos, en viajes espirituales en los cuales los estudiosos encuentran lo que quieren encontrar. Hubo un Jesús histórico pero no sabemos prácticamente nada de él. La única fuente más o menos confiable es el historiador judío Josefo, en donde podemos vislumbrar unos cuantos hechos: Joshua, hijo de José y de Miriam, se convirtió en discípulo de Juan el Bautista, reformador carismático de la espiritualidad. Este Joshua (Jeshua en hebrero, Jesús en latín) se convirtió a su vez en un sabio maestro carismático con varios seguidores judíos, pero los romanos aparentemente lo crucificaron después de haber provocado a algunas autoridades religiosas judías. El principal heredero de Jesús, siempre de acuerdo con Josefo, fue su hermano Santiago el Justo, que se convirtió en la cabeza de la comunidad hierosolimitana que seguía a Jesús. Santiago fue lapidado por orden del Sumo Pontífice de Jerusalén unos años antes de la destrucción del Templo por parte de los romanos, en el año 70 de la era cristiana. Dado que el Nuevo Testamento es un texto polémico y no histórico, todo lo que allí se dice es convincente para los convencidos: es fe, argumento, mito, visión -llámenlo como quieran-. 

También están los proverbios de Jesús, no todos los cuales fueron transcritos en el Nuevo Testamento. No tenemos bases para aceptar la autenticidad de unos y no la de otros. Me parece que los únicos elementos de juicio con los que contamos son el gusto literario y el discernimiento espiritual, y ambos son notoriamente discutibles. Dado que cientos de millones en todo el mundo aceptan la divinidad de Jesús, me parece un poco escandaloso que contemos con tan poca información indiscutible sobre él. ¿Hablaba arameo, griego o ambos? ¿Podemos ubicarlo con precisión en el torbellino de las creencias judías de su época? Hillel, algunos de cuyos proverbios son similares a los de Jesús, era un fariseo, cosa que lo convierte en un ancestro probable de lo que ahora llamamos el judaísmo rabínico. ¿Acaso no fue Jesús un fariseo, a pesar de los ataques del Nuevo Testamento en contra de los fariseos? Quizá sea una pregunta sin sentido, porque sabemos tan poco sobre Hillel como sobre Jesús. Recuerdo haberme negado a reseñar El Evangelio según el hijo de Norman Mailer porque era un autorretrato de Mailer, pero todos los libros sobre Jesús, aun aquellos con pretensiones de ficción, acaban siendo autobiográficos, en particular en lo que se refiere a la cuestión de la fe. 

Jesucristo

Jesús no escribió nada, aunque evidentemente estaba lejos de ser un analfabeto, así como Sócrates y (quizás) Confucio no escribieron nada. Los tres se dirigieron primordialmente a sus discípulos, a sabiendas de que su sabiduría sería transmitida, tanto oralmente como por escrito. En ninguno de los tres casos tenemos elementos de juicio para medir la precisión de una u otra forma de transmisión. La ironía -que dice una cosa pero significa otra- es, como es obvio, una forma de comunicación indirecta, y tanto Jesús como Sócrates evidentemente eran ironistas. Hasta donde sé, también lo fue Confucio. Pero las ironías de Jesús son más problemáticas porque, de los tres, sólo él ha sido divinizado. 

Sócrates no habla en nombre de un predecesor, a diferencia de Confucio, quien exalta al duque de Chou. ¿Cuál es exactamente la relación entre Jesús y Juan Bautista? ¿Para aquellos que insisten en la divinidad de Jesús, no hay en ella más que un elemento embarazoso? ¿Debía Dios ser bautizado por un hombre? Los escritores del Nuevo Testamento describen nerviosamente al Bautista proclamándose secundario en relación con Jesús, pero no suenan convincentes. ¿Acaso el discipulado de Jesús con Juan acabó con la inmersión en el Jordán? ¿Y por qué era necesario el bautizo para el Dios encarnado? Los comienzos de Jesús como seguidor de Juan eran demasiado conocidos como para omitirlos de la historia de Cristo, de la misma  manera como el Redactor en Babilonia tuvo que incluir el pasmoso intento de Yavé de asesinar a Moisés porque era demasiado notorio. 

¿Qué doctrina le enseñó Juan a Jesús, si es que le enseñó alguna? ¿Desde qué punto de vista podemos considerar el bautizo de Jesús una conversión, si es que la hubo? Podemos indagar extensamente entre los teólogos y los historiadores de la religión y sin embargo encontraremos muy poco, casi nada, que nos ayude a resolver estos asuntos. Los primeros cristianos son muy evasivos a la hora de discutir la relación entre Juan y Jesús. En el Evangelio según San Juan el bautizo de Jesús pasa desapercibido, en tanto que los Evangelios sinópticos son ambiguos: en Mateo, Juan dice que Jesús debería bautizarlo a él; y en Lucas, Jesús es bautizado por un desconocido porque Juan ya ha sido encarcelado. 

Los académicos, en particular los más recientes, han tratado de explicar la orientación de Jesús a la luz de las sectas judaicas del siglo I, pero sus especulaciones, una vez más, no resultan convincentes. Siempre queda faltando algo.  Quizás habría que hacer retroceder el punto de partida. ¿Fue la de Juan Bautista una secta de uno? ¿Se convirtió en una secta de dos con Jesús? Evidentemente no, pues Juan se bastaba a sí mismo como promotor del desorden para garantizar su ejecución. Pero además resulta evidente que Juan tenía varios discípulos, entre ellos Jesús (si el lector me lo perdoa) y el enigmático Simón Magus considerado por la tradición cristiana -aunque sea poco probable- como el fundador de la "herejía" gnóstica. 

Depende de uno, confiar en una u otra autoridad escolástica moderna. John P. Meier es un católico romano relativamente ecuánime que se ha dedicado a repensar al Jesús histórico; en su libro A Marginal Jew [Un día marginal] concluye que los seguidores del Bautista y de Jesús también eran marginales. El punto de vista de Robert Eisenman es muy diferente: en su libro ferozmente polémico, James the Brother of Jesus, asegura que Juan Bautista, Jesús y Santiago el Justo (¡admirable cognomen!) fueron el centro heroico de la resistencia judía masiva a la opresión romana. Ante las afirmaciones enfrentadas de los estudiosos en pugna, el lector curioso debería volver a la lectura de Josefo, el único testigo histórico válido (aunque los piadosos exégetas cristianos le metieran mano a sus textos) y, más importante todavía, a la de los proverbios de Jesús (si es que son suyos). 

En este punto debo aclarar -si bien humildemente- que Dios y los dioses necesariamente son personajes literarios. Los creyentes religiosos, tanto los estudiosos como los demás, suelen reaccionar con una cierta pugnacidad ante esta observación, así que quisiera dejar bien claro este asunto. El Jesús del Nuevo Testamento es un personaje literario, y también lo son el Yavé de la Biblia hebrea y el Alá del Corán. Sócrates y Confucio no eran dioses pero también son personajes literarios -o al menos es así como los conocemos-, aunque ello no pone en duda su existencia histórica. El Jesús histórico es un poco nebuloso, pues aunque el historiador judío Josefo había sido dotado con una memoria prodigiosa, fue un colaborador que se vendió a los romanos y mintió y distorsionó los hechos con mucha liberalidad y en general en provecho propio. 

Tratar de conocer a Jesús a través de sus proverbios es el equivalente de buscar a Confucio en Analectas o a Sócrates en Platón y Jenofonte. Lo que oímos, o tratamos de oír, ha sido medido por los discípulos. El autor del Evangelio según San Marcos, un escritor de mucha fuerza, creó en términos prácticos a un Jesús para mucha gente, creyentes o no. De la misma manera, el primordial y más antiguo escritor bíblico, el Yavista, nos dio al personaje literario de Yavé, adorado como Dios por los judíos ortodoxos, los cristianos y los musulmanes. Repito: me estoy refiriendo al tema en términos estrictamente prácticos, aunque puede resultar desconcertante que se nos asegure que creemos en un personaje literario. La idea de "genio" podría servirnos para salir de este impasse. Podemos hablar del genio de Hamlet, o del Satán de Milton, sin que ello incluya el genio de Shakespeare o el de John Milton. Hablar del genio de Jesús es hablar del genio de los proverbios que se le atribuyen, y en algunos de ellos se manifiesta una autoridad y una individualidad idénticas, memorables, características del genio [...].

Harold Bloom, Genios. Un mosaico de cien mentes creativas y ejemplares, Anagrama, 2005

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