El préstamo de 100.000 millones de euros
que España va a recibir de Europa nos ha dejado el mismo sabor de boca (agridulce)
que el partido de la selección española contra Italia: no sabemos si en el
futuro nos va a servir de algo. Ahora que lo urgente es esperar, unos matan la
incertidumbre mordiéndose las uñas en la cola del paro mientras otros como
Mariano Rajoy viajan a Polonia para disfrutar un partido de fútbol. El deporte
rey ha sido siempre un remedio para todo y para todos: el fragor de la
competición les aporta un poco de agitación a los apáticos y amansa a los más
fervorosos, que vierten en el campo las tensiones acumuladas durante el día a
día.
Pero don Mariano no es ni lo uno ni lo
otro. Ni apático ni fervoroso. Ni frío ni hooligan. Es simplemente un hombre confianzudo
que por la mañana hipoteca al país y por la tarde planta sus posaderas en el
palco de un estadio de fútbol mientras se fuma un puro. Tanta ligereza retrata
a alguien pagado de sí mismo que se va por la noche a la cama con 100.000 millones
de euros que por la mañana no tenía. Cierto que habrá que pagar este préstamo,
y con intereses, ¿pero qué más da otro jarro de agua fría cuando ya tenemos el
agua hasta el cuello?
Después del empate y del préstamo, seguimos
sin saber si España pasará a la siguiente ronda de la Eurocopa y (aún menos) cuándo
saldremos de la crisis. Por el momento, Andrés
Iniesta se queja de la dureza del
terreno y dice con enfado que habría que regarlo más para favorecer el buen
juego. No sabemos si se refería al césped del estadio o a este hipotecado país
que sufre la mayor aridez económica de su Historia.
Francisco Rodríguez Criado
(Artículo publicado en El Periódico Extremadura el miércoles, 13 de junio de 20123).
(Artículo publicado en El Periódico Extremadura el miércoles, 13 de junio de 20123).
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